Un aspecto que ha dejado en claro la crisis del coronavirus es la relevancia de destacar los valores y principios en la estrategia de cualquier marca, debido a la gran importancia que los consumidores le asignan a ellos.
Ya desde antes de la pandemia las empresas estaban notando como las cuestiones relativas a sus valores y principios cobraban cada vez más relevancia para sus consumidores, y como la influencia de los millennials y la generación Z había incrementado la importancia de las marcas comprometidas.
Durante la crisis sanitaria ya quedó muy claro que los consumidores dan por sentado que “así es como debe comportarse una marca”. Formaron una expectativa acerca de qué actitud debían tomar con respecto al bien común y la responsabilidad que tenían por ello.
Pero, claramente, los consumidores no esperan que las marcas al asumir un compromiso y trabajar en ciertos propósitos lo hagan de cualquier manera. Esperan que realmente lo materialicen en acciones y no quede simplemente en palabras, que demuestren su conexión con lo que expresan de forma transparente.
¿Las marcas con principios venden más?
El propósito de las marcas es crucial, y no sólo en términos de reputación sino también porque genera un impacto directo en sus ventas. Pero no se debe perder de vista que los consumidores son críticos con lo que las marcas dicen y prometen.
De hecho, los consumidores tienden a comprar más a aquellas marcas que tienen un propósito y principios claros.Y no sólo compran, sino que su fidelidad es mayor así como la probabilidad de que la recomienden entre su grupo de pares.
¿Los clientes dejan de consumir marcas sin principios?
Frente a la defensa de los valores y principios, cuando una marca se posiciona en el extremo opuesto de lo que se espera de ella, los consumidores son igualmente activos, pero esta vez, de forma negativa. Cuando el consumidor nota que una marca no posee valores o principios defendibles, suele dejar de consumirla, inclinarse por la competencia, e incluso buscar convencer a sus pares de que no la consuman más.
Estas actitudes por parte de los consumidores son un eslabón de la “cultura de la cancelación” que hoy en día afecta fuertemente a las marcas percibidas como dañinas o contrarias a los valores culturalmente establecidos. Y esto puede derivar en que pierdan ventas, porciones de mercado y posicionamiento.